22 de agosto de 2016

Sal de la cueva


Ya he explicado qué es la cueva y los límites que impone. Es hora de que, si quieres seguir leyendo, abras tu mente y te dispongas a olvidar muchas de las cosas que consideras correctas y das por sentadas, pues la mayoría serán erróneas o no serán la única manera de moverse en el mundo.

Ahora quiero dar mi visión de la realidad, es decir, enseñar lo que hay fuera de la cueva tal y como yo lo veo. Acompáñame si quieres, tal vez pueda enseñarte algunas cosas que desconoces, esa es mi única intención.

Quiero mostrarte cómo debe cuidarse realmente la salud humana, física y mental. Quiero que descubras nuevas alternativas de ocio, quiero alentarte a desarrollar esa pasión que llevas dentro y no te atreves a alimentar.

Fuera de la cueva social y psíquica en la que vivimos hay muchas más oportunidades de ser uno mismo, más completo, más único, más sano, y con más capacidad de ayudar a otros. Solo cuando las personas salgan de la cueva la humanidad progresará.

Empieza ya.


15 de julio de 2016

El límite



La cueva no deja de ser un espacio cerrado de piedra. Sus paredes son las que nos oprimen, nos marcan una dirección equivocada (hacia el fondo de la cueva) o simplemente nos instan a quedarnos quietos en un recoveco que consideramos seguro y cómodo. Estas paredes son los límites.



En especial los límites autoimpuestos, aunque también los que nos han establecido desde pequeños y que realmente no están ahí.



Y no estoy hablando de la típica charla motivadora y moralista de "tus límites te los pones tú mismo". Esto es cierto, pero ya está muy oído y yo pretendo aportar algo nuevo.



Me refiero a los límites cotidianos, al "por ahí no se puede ir", al "uf, andar de X a Y es una burrada" cuando solo se tarda quince minutos, al "no fumes marihuana que te harás un yonki" o al "no hagas deporte que te lesionarás".



Vivimos en una sociedad que pone límites donde no debería ponerlos, y no los pone donde sí debería. Porque caminar quince minutos para la mayoría supone un esfuerzo inhumano o incluso perder la dignidad (¿cuántas veces has oído lo de "no vayas andando, que yo te puedo llevar en coche"?), pero pasar ocho horas al día sentado trabajando, estudiando o viendo la tele es perfectamente normal y sano. O comer mantequilla es malo para la salud, y las grasas saturadas deben limitarse a un 10% del total de calorías diarias, pero el pan y los macarrones deben ser la base de la dieta.



Los límites son creencias y normas sociales que dicen que A es correcto pero B no, simplemente porque así ha sido siempre y nadie se ha parado a preguntarse si es razonable o una soberana estupidez.
Para la mayoría de la gente el deporte se limita a correr durante una hora, con suerte por la calle y si no en una absurda cinta mecánica que no te lleva a ningún lado, la actividad intelectual a los estudios primero y al trabajo después, y la dieta a lo que esté de oferta en el súper, dentro, claro está, de los límites que aprendieron de sus madres.



Pocos se plantean cruzar la calle con el semáforo en rojo, aunque esa calle sea una recta de un kilómetro y no venga ningún coche. Pocos saben salir los fines de semana si no entran a una discoteca, aunque se aburran como ostras dentro (fíjate en la mayoría de caras en cualquier bar de copas/discoteca un viernes por la noche, son deprimentes). Pocos recorrerían caminando la distancia de dos paradas de metro o autobús. Pocos probarían la marihuana, aunque sea a todas luces mucho menos nociva que el alcohol, solo porque es ilegal.

Podría seguir poniendo ejemplos de límites durante mucho tiempo, pero quedaría un artículo ridículamente largo.

No estoy haciendo apología del libertinaje. Por supuesto que debe haber unos límites al comportamiento agresivo y a las conductas que molesten o agredan a otros. Pero la mayoría de normas, ya sean legales o sociales, nos coartan en actitudes que, o no nos afectan más que a nosotros mismos, o directamente podrían favorecer nuestro desarrollo personal.



Si una persona tiene curiosidad por temas que no son dañinos, o desea hacer algo que nadie hace pero que no tiene ninguna connotación negativa y cree que podría gustarle, no debería sentirse limitada por su entorno. Es muy liberador y reconfortante hacer lo que uno siente que le gusta de verdad, siempre que con ello no perjudique a otras personas.



En futuros artículos hablaré de límites que creemos que existen pero que en realidad son muy fácilmente eliminables de nuestro pensamiento, solo se necesita un poco de información. Y con cada límite descartado, estaremos más cerca de la salida de la cueva.



Un saludo para los inquietos.




Arturo





24 de junio de 2016

La cueva



En esta primera entrada quiero explicar a qué me refiero con “la cueva”.

Hemos nacido, crecido y sido educados en un sistema con muchas ventajas, es cierto, pero con serios inconvenientes que nos alejan de nuestra naturaleza y no nos permiten desarrollarnos completamente como personas. A la forma de vida impuesta por la sociedad occidental, a los miedos, límites y creencias ilógicas e irracionales, absolutamente carentes de fundamento científico, filosófico o ético, es a lo que llamo "La cueva".


La cueva es una realidad configurada por los valores sociales y las ideas preestablecidas de nuestro entorno, esa realidad que nos dice cómo debemos vivir nuestra vida aunque no nos guste, aunque sintamos que no es lo más adecuado a nuestra forma de ver el mundo.


¿Nunca te has preguntado si las enfermedades actuales son normales para los seres humanos? Hablo de la diabetes, la obesidad, el cansancio crónico, la hipertensión, la arteriosclerosis… ¿Realmente pensabas que son fruto del azar, que te toca padecerlas o no? En la cueva se come de una forma que te hace enfermar, pero no se asocia la enfermedad a esa comida. Y esto es un error: gran parte de los males que afectan a la salud pública vienen de la dieta basada en la pirámide alimenticia y del acceso sin límite a comida industrial.


¿Qué hay de los dolores articulares, de espalda, de cuello…? En nuestra cueva, en nuestro “primer mundo”, se pasan muchas horas sentado delante de un escritorio, lo cual provoca dolores y molestias que se tienen por normales cuando no lo son en absoluto.

En la cueva no se recibe luz solar; se vive esclavizado por una empresa cuyos jefes solo miran la cuenta de gastos e ingresos; se dedica el tiempo libre a ver la tele tirado en el sofá porque el estilo de vida no da tiempo ni estímulos para tener inquietudes; es complicado relacionarse con naturalidad, con personas del mismo sexo o del opuesto. Pero sobre todo, en la cueva ni se es feliz ni se siente plenitud personal.

En definitiva, la cueva es el estilo de vida dominante en la sociedad occidental, un estilo radicalmente antinatural y contrario a aquello para lo que nuestro cuerpo y nuestra mente están diseñados. Por eso en la cueva los índices de enfermedades físicas y mentales son elevados, la esperanza de vida es más importante que la calidad de la misma, la gente vive con miedo a todo, se envidia a quien se debería admirar.

Pero todas las cuevas, por profundas que sean, tienen una cosa en común: una salida, una vía para acceder al exterior, a la luz, de forma que cuando te vuelvas a mirar hacia el interior de la cueva te darás cuenta de todo lo que te estabas perdiendo mientras permanecías dentro de ella.


Si andas algo desorientado, tienes inquietudes que tu entorno social no comparte ni satisface, o sientes que hay cosas que no cuadran entre lo que se supone que debes hacer con tu vida y lo que tú realmente quieres hacer, tal vez este blog pueda llenar en parte esos vacíos, responder a algunas de tus dudas y ayudarte a encontrar un mejor camino. Esa es mi intención, enseñarte la salida de la cueva, la luz.




Un saludo para los inquietos.



Arturo